Pedro Raymonda, mi viejo...

Voy a empezar con la persona que más influenció en mi vida: mi viejo, el Tito, hombre bueno como pocos.

Nació en Inriville, provincia de Córdoba, en 1925
Muy chico, quedó huérfano, a los 8 años perdió a su papá, a los 11 a su mamá (mis 2 abuelos a quienes no pude conocer), era el último de 18 hermanos, aunque solo vivieron mucho tiempo 12… También fue el último en morir…

Se crió con un hermano y su esposa, Roque y Ursula, quienes fueron los responsables de que llegara a la localidad de Oliveros donde conoció a mi mamá y estuvieron juntos por más de 57 años.

Hizo de todo para progresar en la vida: trabajó arduamente, hizo deportes, participó de las instituciones de nuestro pueblo y hasta fundó con un grupo de amigos un club de básquet: “El Bueno de Daimo” (en honor a Daimo Bojanich, un corredor de autos que le envió una pelota).


Se sentía orgulloso de haber hecho la “colimba”, en Concordia y siempre nos contaba sus anécdotas, jugó al fútbol (era arquero) y al básquet, trabajó durante muchos años en la Colonia Psiquiátrica de Oliveros, hacia changas como mozo (-como en la foto-), ayudante de albañil y colchonero, también “hombreó” bolsas en las cosechas.





Se hizo su casa y luego compró la de sus suegros, tuvo desde una moto “Puma”, sin olvidarme de la bicicleta, hasta un Ford Falcon 0 km, que por supuesto los últimos autos los aproveché más yo que él.

Ya jubilado, se dedicó a atender el bar y almacén con la Hilda, su esposa de toda la vida (57 años juntos) y fallecieron casi juntos en 2007.