Ahí vienen dijo PITO

Mis padres, doña Hilda (foto abajo) y don Tito, eran dueños de un bar (foto izquierda abajo) y almacén muy antiguo en el pueblo, fundado por mi abuelo allá por 1925 y que tradicionalmente atendía a esa gente que trabajaba de lunes a viernes de sol a sol en los campos y luego aprovechaba los sábados y domingos para ir a jugar al truco, a tomar copas y a divertirse sanamente.
La historia es más o menos de los años setenta, entre los parroquianos había un viejo de unos ochenta años, que se tomaba hasta la presión, cuyo sobrenombre era “Pito”.
Era una mañana de un domingo de invierno muy soleado, el bar estaba repleto de gente que tomaba sus ginebras, cañas, porrones, vino tinto. Ese domingo se corría una tradicional prueba ciclista como era la Santa Fe-Rosario de la cual participan más de 300 ciclistas, lo hacían por la Ruta Nacional Número 11 y pasaban frente al bar de Doña Hilda.
Todos esperaban ansiosos que llegara la hora de la carrera para salir a ver a esos esforzados deportistas, una de las pocas cosas para ver en un pequeño pueblo que nunca pasa nada.
Mientras esperaban se escuchaban las “Falta envido”, “Quiero retruco” y todos querían ser los que más gritaban.
El mostrador y las mesas estaban llenos de copas servidas y algunas a medio servir, todo era alegría.
De pronto se escuchó la voz de Pito, desde la vereda:
- Ahí vienen.
No se alcanzó a escuchar eso, que todos con algarabía y con rapidez dejaron lo que estaban haciendo, salieron a la vereda a esperar a los ciclistas, dejando el boliche desierto.
Afuera, si bien el sol estaba a pleno, la mañana estaba destemplada. Se esperaron unos minutos, demasiados para la impaciencia de quienes quería sólo divertirse y los ciclistas no aparecían, por lo que muy pronto volvieron a tomar sus lugares en el bar.
Grande fue la sorpresa al encontrar todas, TODAS las copas vacías.
Adivinen que: el viejo PITO se las había tomado a todas.

En la foto, el viejo Pito (al centro), con Altenor Chiodín (izquierda) y Rosario Scalise (derecha), posando junto a una llama, en el frente del viejo Bar de Hilda y Tito.